Discursos y oradores más relevantes de la Segunda Guerra Mundial.
Así como podemos identificar a
las épocas por su producción cultural, también las podemos analizar por su
forma de hacer política, pues tanto el arte, como la política, son medios de
representación del sentir personal y social.
En los años de la segunda guerra
mundial el orbe vivía la política de formas muy disímiles a las actuales. El
mundo recién se recuperaba de su primera guerra mundial, las economías
mundiales apenas comenzaban a dar señales de vida luego del fuerte golpe en los
años 20 y principios de los 30. Las naciones comenzaban a mostrar sus primeros rasgos
de estabilidad, y querían fijar sus agendas, y por supuesto sus fronteras
siguiendo sus necesidades y deseos particulares.
Todo fue un perfecto caldo de cultivo
para la aparición de personajes altamente histriónicos y románticos. El mundo
quería una política pasional, y los políticos estaban dispuestos a suplir tal
demanda.
En este contexto, la cultura del
discurso político aparece como un arma novedosa y altamente efectiva para
generar adhesiones partidistas a causas particulares. La radio ya estaba asentada
como un medio masivo de comunicación, y la televisión comenzaba a dar sus primeros
pasos. Todo aumentaba aún más la dispersión del mensaje de los grandes oradores
de esta incierta época, la cual se convertiría en el periodo de la segunda
guerra mundial.
Comenzaré este análisis con el
personaje menos dramático en su comunicación gestual, pero quizás el más emotivo
y alentador en su contenido literario: Sir Winston Churchill.
Churchill y el
“Lucharemos en las Playas”.
El 4 de Junio de 1940, Sir
Winston Churchill, en su cargo de Primer Ministro de Gran Bretaña, daba un
discurso al Parlamento inglés. La guerra ya cumplía más de 10 meses y los
resultados para los aliados no eran alentadores: Los nazis ya habían ocupado
varios países del centro de Europa, además habían firmado un acuerdo de no
agresión con los soviéticos y se encontraban muy cercanos a la conquista de
Francia, de hecho, el día anterior al discurso, los nazis habían bombardeado
Paris. Y por si todo fuera poco, Hitler hacía tan solo una semana y media había
anunciado su “plan de ataque a Gran Bretaña”. Churchill debía hablarle a un
Parlamento asustado y nervioso, sus palabras debían inspirar poder, resistencia
y esperanza.
El discurso original duró más de
20 minutos, y fue el segundo de una seguidilla de tres discursos ante la cámara
de los comunes, pero este discurso en particular sería el que se ganaría un
sitial en la memoria de los ingleses, pues la parte final de éste, la parte más
famosa, fue transmitida por la radio a toda la población, que también buscaba
desesperadamente una palabra de aliento de sus líderes.
En el desarrollo del discurso
Churchill detalla los avances alemanes por las costas francesas y hacia el
interior del país, dejando muy en claro que una eventual caída de Francia daría
a Hitler cientos de kilómetros de costa para invadir Inglaterra. Pero las
advertencias de Churchill no buscaban asustar a sus auditores, sino que buscaba
prepararlos mental y moralmente para lo que él ya sentía como una caída
inminente de Francia. Más adelante en el discurso, el Primer Ministro británico,
hace una evidente comparación entre Napoleón y Hitler, confrontando el fracaso
de la invasión napoleónica con las intenciones de Hitler hacia la gran isla
británica.
Pero es la parte final, específicamente
las dos últimas estrofas del discurso, las partes que están más cargada de emocionalidad,
fortaleza y dramatismo. En esta sección el orador dice que Inglaterra estará
completamente preparada para una invasión y una resistencia por años, y sin la
ayuda de otras naciones si ese fuera el caso. Churchill incluso dice al
Parlamento, que si de hecho la isla llegara a caer en manos de los nazis, serán
las colonias y los territorios británicos de ultramar los que continuarán la
pelea por liberar la capital del imperio.
Como ya mencioné, Sir Winston no
era un gran orador físico, su aspecto no era el de un orgulloso guerrero, de
hecho su abundante barriga y elegante traje le daban un aspecto de aristócrata,
lejano al pueblo. Su dicción no era de las mejores, solía tener problemas en la
pronunciación y parecía hablar con una lengua excesivamente gorda, por lo que su
voz sonaba similar a la de un cansado anciano,
más que a la de un fuerte líder militar. Pero la magia de Churchill no iba por
esas áreas, la genialidad oratoria de este líder se concentraba en el discurso
mismo, en su contenido literario, además de un excelente uso del ritmo y tiempo
en la dicción de éste, sumado a un muy buen uso de acentos dramáticos.
A continuación un video con la parte final del discurso con
traducción al español:
Mussolini y la
declaración de Guerra.
El discurso de la declaración de
guerra de la Italia fascista contra Gran Bretaña y Francia, fue pronunciado por
Mussolini el 10 de Junio de 1940 ante una atiborrada plaza de Roma, en la
capital itálica. La regencia fascista existía como tal desde hace ya 18 años, y
las ansias de triunfos militares impulsaban a Mussolini a incluir a su nación
en la gran contienda mundial que ya contaba con sendos triunfos nazis.
Italia no había visto mucha
acción en la guerra hasta ese momento, pero Mussolini deseaba desesperadamente
vengar las humillaciones militares sufridas por Italia en la primera guerra
mundial, donde incluso pequeños ejércitos sin gran instrucción lograron repeler
ataques del ejército italiano en los Balcanes. Mussolini era un veterano de
aquellas luchas, y la derrota quedó enquistada en su memoria.
Y así, desde el balcón del
Palacio Venecia, y ante 250.000 romanos, Il Duce da uno de los discursos más
importantes de la segunda guerra mundial.
Comienza el discurso con un
Mussolini solemne y estoico, con ambas manos agarradas en su cinturón, y el
mentón en alto, todo acompañado de un rostro serio y decidido. El público sabía
de qué se trataba el discurso que su líder desarrollaba, por lo que en varias oportunidades
la masa interrumpe la dicción de Mussolini para celebrar, cosa rara, pues
Benito acostumbraba tener un control casi completo de las muchedumbres a las
cuales se dirigía.
Mussolini anuncia la declaración
de guerra y continúa detallando las razones para ésta decisión, las cuales no
se limitan a excusas pragmáticas o lógicas, sino que deambulan más desde el
patriotismo romántico y la sensibilidad despertada por las pérdidas
territoriales en la primera guerra mundial. El pueblo que escucha a su líder es
un pueblo entusiasmado a sumarse a los triunfos de Alemania, se sienten
poderosos y guiados por un líder que supone tener las respuestas a los
problemas de la aún joven república italiana.
Para el autor de este artículo,
Benito Mussolini es el mejor orador físico de la segunda guerra mundial, al
contrario de Churchill, las armas comunicacionales del líder fascista se
concentraban en su impecable uso de su cuerpo para enfatizar palabras de los
discursos. Los de Benito eran discursos cortos en contenido, pero extendidos en
largos periodos gracias a su tranquilidad al decirlos, nunca hilaba muchas
frases juntas, sino que por el contrario, decía sus frases con mucha fuerza,
con una pronunciación detallada y lenta, y solía dejar un par de segundos entre
cada frase dicha, lo que generaba una ilusión de seguridad y sabiduría, todo
quien escuchaba podría entender cada palabra del Duce.
Mussolini tenía un estilo muy histriónico,
en muchos discursos solía deambular entre lo cómico y lo dramático con gran
habilidad, dominaba totalmente el escenario que fuera. Una cosa muy importante
en el líder fascista era que jamás leía sus discursos, era muy extraño ver
algún papel en las manos de Benito al dar sus discursos, él memorizaba lo
principal y parecía que el resto emanaba en el momento. También era muy
distintivo en él, el que rara vez repetía atuendos o uniformes, éstos cambiaban
siempre según el púbico al que se dirigía. Y tanto se acomodaba a sus
audiencias, que existen registros de discursos del Duce pronunciados por él
mismo en alemán, inglés y dialectos locales italianos.
Acá se pueden ver los casi 8
minutos del discurso de la declaración de guerra en Roma, subtitulado en
inglés:
Y dado que en el discurso analizado
en este caso, Mussolini no muestra su usual estilo discursivo, anexo otro
discurso, pero realizado en Torino, en octubre de 1932. El discurso no está
traducido, pero lo importante de éste es la muestra del estilo discursivo del
Duce:
Hitler y los
nacionalsocialistas.
Muchos discursos memorables
fueron efectuados por uno de los oradores más reconocidos de la historia
mundial. Previamente a la invasión a Polonia en septiembre de 1939, acto que
daría comienzo a la segunda guerra mundial, Hitler ya había dado importantes
discursos para el desarrollo del nacionalsocialismo, como el de la toma de
mando en Enero de 1933, el dirigido a las juventudes hitlerianas en Nuremberg
en el año de 1937, o el entregado al ejército alemán el 1 de Septiembre de
1939, ad portas de la invasión a Polonia.
Pero el discurso a ser analizado
en esta instancia no será uno precisamente dicho en el transcurso de la segunda
gran guerra del orbe, sino que será un discurso dicho 5 años antes del comienzo
de ésta. La razón es que dicho discurso es uno de los mejores registros
audiovisuales de Hitler y su retórica, además que el discurso forma parte de
uno de los mejores documentales de la historia del cine político, y por último,
el discurso fue filmado durante el congreso general del partido
Nacionalsocialista, por lo que su contenido es altamente relevante para
entender la idiosincrasia nazi y los caminos del tercer Reich para el control
de Europa.
En el discurso, en un primer
momento, vemos a un Hitler tranquilo y serio recordando los duros comienzos de
su movimiento, el cual ya se encuentra en la cima del poder en Alemania.
Lentamente el orador comienza a elevar el volumen de su voz y a activar sus,
hasta ese momento inmóviles, brazos y cabeza. Estas activaciones van
acompañadas del recuerdo del líder alemán de cómo su partido nació con tan solo
7 miembros, pero con una determinación ideológico-nacionalista inédita en el
mundo. El discurso continúa y el público parece acompañar a Hitler en su paso
de la pasividad a la acción, con gritos, manos levantadas y cabezas asintiendo
lo que su líder dice. Prosigue el mandatario diciendo que la raza y la sangre
son factores necesarios y útiles para el liderazgo, y mientras describe el tema
mencionado, su tono sigue volviéndose progresivamente más elevado, y su físico
comienza a mostrar fuerza espástica y explosiva. Aprovechando el clima
emocional creado, el orador comienza a hablar sobre la necesidad de usar la fuerza
y luchar por Alemania, así mismo pide a los auditores el examinarse a sí mismos
y extirpar cualquier pensamiento de sus mentes que los aleje del nacionalismo.
Ya por la parte final de la oratoria, Hitler habla de que el movimiento
nacional socialista durará por más de 1000 años y que el partido será el
semillero principal de la producción política y social en la futura Alemania,
así mismo dice que tanto el ejército, como el partido, serán los encargados de
educar a los alemanes, pues ambos suponen ser quienes más conocen a Alemania.
Finalmente el discurso termina con un efusivo “viva el partido nacional
socialista y viva Alemania” con la que la gente entra irrumpe con un fuerte
“heil Hitler”.
La cultura alemana ha sido de las
mayores generadoras de filosofía y ciencia moderna en el mundo, pocos dudarían
de la capacidad educacional de Alemania, por lo mismo siempre sorprende la
adhesión de este pueblo a ideas emocionales y dogmáticas, como las planteadas
por Hitler… pero al ver discursos como el recién analizado no es tan extraño el
ver cómo el pueblo teutón fue convencido por Hitler. En este caso, el orador
conocía perfectamente el momento de baja autoestima nacional generado por la
derrota en la primera guerra mundial y la siguiente humillación surgida por el
tratado de Versalles. Hitler les hablaba de orgullo, de superioridad, de fuerza
y honor que vivirían por mil años, los invitaba a volver toda su mente hacia el
nacionalismo, y de actuar de forma incuestionable ante ese sueño y los
representantes de éste: el partido.
La forma discursiva de Hitler era
innovadora en aquellos años, y por sobre todo en un pueblo tan sereno y mental
como el Alemán. Hitler hablaba un idioma que en aquellas tierras es muy
extraño, el idioma de la pasión y la demostración física de ésta. Hitler
comenzaba siempre sus discursos en plena paz y serenidad, y con buen ritmo
comenzaba lentamente a endurecer su rostro y a robustecer su cuerpo y postura.
Al contrario de Mussolini, Hitler leía casi siempre sus discursos, él no improvisaba,
pero el poder de su puesta en escena no tenía mucho que ver con el contenido de
su oratoria, sino que más que nada en su lenguaje corporal. El líder nazi
mostraba un abanico de reconocidas contorciones al hablar, tal como era el
apretado auto abrazo para demostrar unión, o el terminar sus oraciones
levantándose en la punta de los pies para alcanzar una mayor altura y acentuar
de esta manera lo dicho en la culminada frase, o el levantamiento de ambas
manos con las palmas muy abiertas, las cuales se dejaban caer con velocidad
hacia su cintura, ademán que siempre resultaba en una ovación de sus adeptos.
De la misma manera, el volumen y ritmo de su voz en los discursos estaba
perfectamente pensada para aumentar el efecto de éste, las frases que más quería
que llamaran la atención eran lentamente pronunciadas, pero al final de dichas
frases siempre la velocidad de las palabras y la potencia en la voz al decirlas
eran siempre exageradas por el orador, así se creaba una idea de alta
importancia a lo dicho.
Como el flautista de Hamelin, Hitler engatusó a sus
seguidores con sonidos y presencia, les prometió el cielo, pero terminó en infierno.
Stalin y la invasión
alemana.
El 22 de noviembre de 1941,
Hitler sorprende a Stalin comenzando con uno de los planes que con más
secretismo se había mantenido hasta ese momento en la segunda guerra mundial,
la llamada operación Barbarroja, la invasión a la URSS. Las acciones de
invasión fueron diseñadas por el alto mando nazi para ser actividades muy veloces,
con el fin de lograr terminar la invasión antes de la caída del duro invierno
ruso, el cual impidió a Napoleón la conquista de Rusia poco más de un siglo en
el pasado.
Una vez comenzada la invasión el
ejército teutón avanzó rápidamente por el territorio soviético, tanto por el
centro, norte y sur de la frontera occidental de los bolcheviques. Bielorrusia,
los países bálticos y Ucrania cayeron en menos de un mes. Las bajas del
ejército rojo eran extremas y totalmente inesperadas por parte de Stalin y su
joven e inexperto grupo de oficiales y generales.
El avance alemán se dirigía
progresivamente hacia Moscú, ciudad que era considerada como clave para
alcanzar el triunfo final de la operación… en este contexto Stalin lanza un
discurso el 7 de noviembre en la plaza roja para todo el pueblo soviético,
tanto civil como militar.
Como en la gran mayoría de sus
discursos, Stalin comienza saludando a los presentes y nombrando a cada facción
de la ciudadanía de la URSS, y luego extiende un saludo a los pobladores de las
regiones soviéticas ya sometidas bajo el ejército nazi. El jefe de Estado le
cuenta a su audiencia que el enemigo está sitiando la importante ciudad de
Leningrado (San Petersburgo), y que ya se encuentra a las puertas de Moscú.
Continúa rememorando el escenario
en que estaba Rusia en 1918, durante la primera guerra mundial, el cual era un
escenario mucho menos alentador que el que en ese minuto se vivía en el
territorio de la URSS, pues en aquellos años una gran mayoría del territorio
ruso estaba dominado por potencias extranjeras, y la revolución solo llevaba un
año de existencia, por lo que las capacidades organizacionales del naciente
estado eran deficitarias, y la ineficiente producción alimentaria ponían la
guinda a la torta del desastre perfecto. Stalin termina dicha referencia
recordando que a pesar de todo, el joven ejército rojo logró la victoria contra
sus enemigos. La comparación de 1918 con la invasión nazi es muy similar a lo
que hizo Churchill al comparar la fallida invasión napoleónica con los planes
de Hitler, la idea es dar esperanzas por triunfos pasados, y levantar esos
adormecidos espíritus triunfadores.
Al cerrar sus argumentos, Stalin
se refiere de mala manera a quienes les temen a los alemanes, y dice que es el
espíritu de Lenin será el que los llevará a la victoria, tal como sucedió al
final de la primera guerra mundial, claro que con un Lenin aún vivo. Luego se
refiere a que los alemanes están menos preparados de lo que ellos mismos dicen
y que el hambre y la desolación ya están instalados en Berlín. La pintura que
Stalin intenta mostrar a su pueblo es la de una situación difícil, pero que ya
ha llegado a su máximo de dificultad, que ya Alemania no puede seguir
soportando el gasto y desgaste de la guerra, y que pronto caerán los ejércitos
teutones de ocupación por dificultades provenientes desde Alemania… con lo que Stalin
estaba completamente en lo cierto.
Lo que más llama la atención en
este discurso, es el semblante extremadamente frío y duro de Stalin, quien
solía ser una persona muy relajada y hasta coloquial en su forma de hablar a
las multitudes. El mensaje corporal de este discurso es de cautela y de cierto
miedo, obviamente no demuestra confianza en su rostro, sino que una cierta
preocupación. El nerviosismo en el mandatario era demostrado en un movimiento
de péndulo constante, el cual no era común en su técnica discursiva. Incluso en
el video se ve al líder socialista con dificultades para leer su discurso.
Stalin no será recordado por su
soltura al hablar ni por su capacidad comunicacional, lo que demuestra que el
poder no solamente nace de la disuasión verbal, sino que también de la
intimidación física, y en esto último Stalin era un profesional.
Por Luis Felipe Silva Schurmann.
Excelente el Aporte... Como Profesor, opino que es una muy buena contribución al conocimiento y enseñanza de la II Guerra Mundial. Gracias!
ResponderEliminarGracias, Jorge. Recién pude recobrar mi cuenta, jeje. Esto lo escribí hace varios años, así que le noto algunos errores gramaticales. Ha corregir.
EliminarSaludos, colega. Gracias por tus palabras.