sábado, 31 de agosto de 2013

¿Cuánto más terribles son las armas químicas que las armas “convencionales”?

¿Cuánto más terribles son las armas químicas que las armas “convencionales”?

Desde enero de 2011 hasta la fecha en que este artículo fue redactado (31-08-2013) hemos visto cómo el pueblo sirio se divide en dos facciones irreconciliables que han optado por el uso de armas para dirimir un vencedor en un conflicto de extrema violencia y odio, componentes normales en una guerra, pero que en una guerra civil son llevados a peores extremos que en los enfrentamientos entre dos o más naciones.

Pero me llama la atención la altísima expectación que esta guerra ha generado en la opinión pública mundial, no tanto por las terribles masacres que ambos lados han llevado a cabo, sino por el nuevo componente del que es acusado el gobierno oficial de Siria: el uso de armas químicas contra su población. Y de acá nace una pregunta: ¿qué tan diferente y repulsivo es que se usen armas químicas contra un pueblo, en vez de que se usen balas, granadas, misiles y morteros?, lo primero que se viene a la mente es la lentitud y crueldad de exterminar seres humanos utilizando un arma que tortura a sus víctimas antes de asesinarlas, pero una granada o una bala en zonas específicas del cuerpo causan el mismo resultado. O puede ser que lo peor de las armas químicas en contraposición a las convencionales sea que las primeras no discriminan entre inocentes y combatientes, pero el uso de morteros, misiles y bombas nuevamente tienen el mismo terrible resultado. Otro factor de diferenciación podría ser el pánico de no poder ver al arma que te asesinará, pero nuevamente esa experiencia es vivida por cualquier ciudadano que no ve caer un misil sobre su casa. La masividad de las muertes es una variante a considerar, pero la guerra que más muertos ha dejado en la historia de la humanidad (segunda guerra mundial) nunca tuvo armas químicas en su arsenal de destrucción, salvo el caso de los campos de concentración nazis.

Un arma química es definida como un elemento no explosivo que causa daños al organismo mediante la toxicidad de químicos no biológicos. Esto incluye venenos, gases y contaminaciones intencionales con fines bélicos.

Las armas químicas no son nuevas para el hombre, ya en tiempos de la edad de piedra éste utilizaba flechas envenenadas con tóxicos extraídos de plantas venenosas para matar presas y enemigos. En el siglo II los chinos lograron sintetizar el arsénico y usarlo principalmente contra opositores políticos en manifestaciones. También en la antigua Grecia y en la edad media se solían contaminar las fuentes de agua de ciudades sitiadas para acelerar la rendición del enemigo. Con el transcurso de los siglos el uso de humos tóxicos con fines militares fue avanzando lentamente, incluso el mismísimo Leonardo Da Vinci recomendaba el uso de éstos, así mismo sucedió en el siglo XVII en Francia, Alemania e Inglaterra, casi siempre en sitio militares a ciudades enemigas. Pero el real horror del mundo contra las armas químicas, o más específicamente contra los gases químicos, surgió en la primera guerra mundial.

Entre 1915 y 1917 se utilizaron 21 tipos diferentes de gases venenosos, siendo el gas mostaza el más mortífero, el cual, con el desarrollo de los tanques, es sindicado como uno de los causantes del fin del conflicto. Recordemos que la primera guerra mundial fue una guerra de trincheras, las cuales significaban un contratiempo gigantesco a los ejércitos acostumbrados a las batallas dinámicas de la era napoleónica, por lo que el uso de estas armas para despejar las trincheras enemigas era algo tristemente común para ambos bandos en la contienda.

No hay duda de que el uso de gases en el primer conflicto mundial, y más específicamente el uso del gas mostaza, fue lo que propició la ilegalidad internacional el uso de estas armas, pues las historia que los combatientes contaban al regresar a sus hogares relataban las penumbras del uso de los gases contra sus camaradas, lo que creó una animadversión muy grande en la opinión pública internacional. Quienes aspiraban estos gases sufrían de una lenta muerte por asfixia, y en el caso del gas mostaza hasta un simple contacto de éste con la piel podía causar quemaduras muy dolorosas y hasta letales.

Fue en 1925 que la Tercera Convención de Ginebra ilegalizó el uso de estas armas para el futuro, lo cual fue casi completamente respetado en el orbe, salvo algunas terribles excepciones, como el del ejército japonés contra China en 1938, la Alemania nazi contra judíos durante la segunda guerra mundial y el ejército iraquí contra Irán en 1980.

Pero, ¿qué es tan horroroso de las armas químicas por sobre lo abominable de las armas convencionales? Las naciones unidas en el concierto de Ginebra en 1925 dijeron que las armas químicas de todo tipo habían sido condenadas por la opinión pública internacional, y eso justificaba su prohibición, pero ¿qué arma no es condenada por las sociedades del mundo?, ¿alguien puede decir que la comunidad internacional está de acuerdo con el uso de granadas o misiles teledirigidos contra población civil?

La única gran diferencia que percibo entre las armas químicas y otras armas de alta letalidad es que las primeras son armas muy económicas de crear y que no requieren mucha tecnología para ser activadas, por el contrario, las armas convencionales requieren una gran sofisticación y dinero para ser utilizadas… y eso es una ventaja para las grandes potencias.

Este artículo no es una invitación a bajar el perfil de lo horroroso del uso de armas químicas en el mundo, sino que es un llamado a horrorizarnos tanto por el uso de básicos revólveres y cuchillos contra seres humanos, que por el uso de armas químicas contra éstos.

El medio puede ser terrible, pero lo realmente terrible es el fin. Que las muertes sean suficiente para escandalizar al mundo, no solo el modo en que éstas sucedan.


Por Luis Felipe Silva Schurmann.